Era
una mañana plomiza
de
esas que ni el ave quiere,
el
aliento se para a escuchar
el
crujido de las hojas caídas.
En
el desafío de un nuevo día
ni
las flores emergieron por el frío,
todas
ellas quedaron dormidas
sin
enfrentarse a la soledad de la avenida.
Ya
no amanece en mis madrugadas,
ni
la leyes naturales dignan
darme
sus brazos a la vida.
Una
capa de tierra me deja en el olvido
y
me oxido como fruta caída del árbol.
En
el lugar de los muertos
todo
se detiene, nada se escucha,
amigos
del pasado,
amigos
del presente
no
hacen acto de presencia
al
carecer de esencia
los
laberintos de la memoria.
No
vengas hoy a mi lápida
para
hablar de lo que no hicistes en vida,
no
es el tiempo, no es el lugar,
la
tierra removida no entiende
de
palabras que no siente la boca.
Y
todas esas penas
el
viento las recoge y esparce
por
el mundo de los vivos, río abajo,
o
en el curso del olvido
donde
nadie las oye y la nieve tapan.
Y
vendrán de nuevo las aves
a
llenar gozosas sus vientres
los
frutos de mi fosa,
con
todos los colores, con todas las flores,
milagro
de abono descompuesto
tras
miles de días a la intemperie.
©GuillemSenent
05/01/2015
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