Acuérdate de mí
por
cada espuma
que se retira de la orilla,
cuando tus
amistades no te recuerden,
acuérdate de mí.
Acuérdate
de mí
al ocaso y al amanecer,
cuando el día huya,
cuando
el agua no fluya.
Acuérdate de mí
en cada beso
profano,
en cada abrazo lejano,
cuando haya naufragado tu
alma,
tus pensamientos y tus sueños.
Acuérdate
cuando
nos dimos el primer beso,
comparsa entre la multitudes,
sabor
ajeno, labios calientes,
sabor a miel y melocotón.
Acuérdate
de mí
porque en mí es permanente
tu huella amada,
la
semilla que brota
después de un largo letargo
derramando
feliz sus frutos.
Acuérdate de mí
porque en mi
horizonte de montañas azules
sólo cabes tú, que me abrigas
mi
cuerpo y mi espíritu
lleno de cicatrices,
helado y
abatido
encallado en zarzas
sin perecer en otro aliento.
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