Después de
la noche incierta
vislumbraré
un nuevo día
con
el color rojo sangre, su luz
descubrirá
tu lecho
sembrado
de rosas y espinas
rodeando
tu frente, tus muslos, tu cuerpo;
crucificada
a tu cama.
Y
besaré cada pétalo tuyo,
tus
cabellos, tu carne y tus huesos,
y
beberé de tu sal licuada,
hallando
en ella tu lengua voraz
que
nada deja al azar.
Después
de la muerte, me das la vida.
Después
de la vida me das la muerte.
Tras
la cohabitación, quizás venga
un
deseo imperioso de dulce muerte,
una
suerte de proyección:
el
final de las cosas dadas.
Siempre
seré tu prisionero
de
las rosas trepadoras de tu cuerpo
blasfemando
contra la certeza,
y
haciendo caso omiso
del
dolor placentero de tus espinas
que
rodean tu cuerpo culposo.
En
ti hallaré la vida pasar
para
descubrir, de nuevo,
la
luz y la oscuridad.
Después
de la muerte, me das la vida.
Después
de la vida, me das la muerte.
© Guillem
de Senent. Todos los derechos reservados. 24/06/2013
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