Decían
ayer
que
en mi alma pesan las sombras,
lastres
que arrastro hacia mi sepulcro
para
acelerar mi caída final.
Llueve
el cielo a manos abiertas,
que
no de agua, amor, sólo espinas
que
atraviesan mi agonizante cuerpo desnudo
sin
albas, sin vallas,
cuerpo
que se alza
después
de una caída,
una
alambrada asesina
rodea
mi alma, sí, una alambrada...
Siente
este lastimero latido
de
golondrinas que anida en mi pecho
a
través del abrazo salvador,
que
me hace mecer
entre
algas y peces.
El
abrazo de las mareas.
Según
estés, o estás ausente, o no estás,
mi
barca flota sobre la pleamar,
o
bien, tus pensamientos están
varados
en la bajamar
hasta
quedarse en estoa,
en
lo alto o en lo bajo.
Llueve
agua sobre agua,
y
dulce sobre salado,
como
tu abrazo que contiene
el
aroma de mujer hermosa.
Implosión
de endorfinas,
explosión
de pétalos girando,
dos
raíces que se enroscan en tierra
por
no sucumbir a la deriva.
El
abrazo de las mareas,
de
los sentimientos tranquilos,
a
mis hijos, a mi esposa;
a
mi padre que está en los cielos,
a
mi madre que sufre en la tierra.
El
vaivén del abrazo
que
cura, cicatriza tiempos y heridas
del
pasado, del presente.
El
abrazo que mece al niño
antes
de su cuna.
El
abrazo que conmueve
que
hasta los cielos lloran
ya
no de espinas, amor,
sólo
de emociones desbordadas.
©GuillemSenent.
28/03/2013. Todos los derechos reservados.
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