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lunes, 21 de abril de 2014

LA DECREPITUD DEL POETA


La experiencia sábia me decía

que se fenecería la luz

en la lentitud de mi crepúsculo,

que acabaría envuelto en sombras. No

esperes, pues, mi regreso,

porque en donde me hallo

volver no puedo.



Y la vida me envejeció

como el tiempo al papiro.



La decrepitud del poeta se lleva

en el frío de mis dicciones,

vocablos y lenguaje.

Un rayo me apaga, yo hombre digno,

y me despoja de sus soles y estrellas,

de flores y de albas,

y del sonido de los violines.



Hoy sólo soy palabras

barridas hacia las cloacas

de mi ciudad enferma.



Y así como las hojas caídas del otoño

giran entre sí, barridas por la brisa,

así me despido yo de todos

con traje negro y capa caída,

paseando por las alamedas de la nostalgia

y mi epitelial escalofrío.







Mi fin como poeta-hombre

acaba de llegar,

en el andén, mi vagón número trece

no espera. Llegó, por fin,

el fin del hombre.



Mis palabras quedarán escritas

en el cielo y en la tierra,

en el aire y en el cosmos.

En las hojas

escritas están

mi vida y mis sueños,

anhelos y vocablos,

lágrimas y felicidad,

y sobre todas las cosas

mis recuerdos

hasta el fin de los tiempos.


Guillem de Senent. 03/10/2013

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